Amar la violencia y conocerla lo suficiente para transformarla en acciones creativas y reparadoras
PRIMERA PARTE
SEGUNDA PARTE
El estrés, la química del miedo y la guerra, el desgaste y la enfermedad.
En Rezpira… El covid19 como oportunidad… ¿la tomas?
La enfermedad es el mensaje ¿lo tomas?
Por: Gabriel Bertona
Cuando nuestra vida está en riesgo y ese peligro está afuera o dentro de nosotros, así sea real o imaginario, nuestro cuerpo desencadena una serie de complejos mecanismos para cuidar la vida, para alertarnos, para hacer frente a la contingencia, nuestros sentidos, la capacidad de procesar información, la circulación y la capacidad pulmonar, la respuesta inmunológica y hormonal, los reflejos y la respuesta muscular se preparan, a veces esa respuesta es eficiente y otras, no lo es tanto, dependiendo de nuestra historia, de los recursos percibidos y disponibles, de nuestra nutrición y del estado corporal.
Mientras el peligro sea momentáneo y la respuesta al estrés sea aguda y no sostenida o crónica desencadenamos muchos mecanismos para después retomar el estado basal, la normalidad, la calma. Si hemos estado sometidos a estrés crónico, a desgaste, a peligros frecuentes y reiterados, el cuerpo va perdiendo la capacidad de adaptación y la química del miedo o de la guerra nos termina enfermando.
Frente a un nuevo peligro cada uno tenemos que afrontar nuestra realidad, nuestra fortaleza o fragilidad, lo que hemos construido hasta ahora, un cuerpo vital y fuerte o un cuerpo desgastado, con enfermedades crónicas, inflamado, con adicciones, torpe y sedentario. Por eso la cuarentena o cualquier medida de salud comunitaria, adquiere la función de regulación de los abusos, de los más poderosos, para cuidar a los más vulnerables. Cuidar la vulnerabilidad es uno de los rasgos más importantes del humanismo y de los derechos humanos.
En las ciencias de la salud hemos ido aprendiendo que mente y cuerpo danzan, que el cuerpo moldea y gestiona la funcionalidad del cerebro, y que lo que pasa en éste, afecta al cuerpo y sus funciones, que siempre han estado adheridos e interconectados a través de la regulación neurológica, inmunológica, metabólica y endócrina, pero no solo eso, la consciencia y el cerebro utilizan prótesis externas (exocerebrales) y culturales como el lenguaje, la escritura, los rituales, los símbolos, para consolidar sus funciones y evolucionar, el yo y el nosotros son indisolubles y unitarios. Hoy la ciencia a través de la psiconeuroinmunoendocrinología y de las neurociencias cognitivas, la antropología y las humanidades, nos lo muestra con más evidencia.
Cada síntoma corporal emerge como un mensaje para cuidar la vida, aunque muchas veces no sepamos nombrarlo o distinguirlo, lo evitemos, lo callemos o intentemos anularlo. El cuerpo intentará, a través de cada una de sus células, cuidar la vida y favorecerla, por eso cada síntoma tiene un mensaje de vital importancia que necesitamos aprender a escuchar y actuar en consecuencia. Reparando el exceso, nombrando un abuso, liberándonos de una adicción, evitando un tóxico o dando nutrientes de calidad. Como estamos conformados por diferentes dimensiones, cada una de ellas requiere diferentes medicinas. La dimensión física requiere por ejemplo de vitamina C, vitamina D, carotenoides y ajo para estimular al sistema inmune; la dimensión emocional o afectiva requiere consolidar la confianza en nosotros mismos y aprender a manejar el estrés con prácticas meditativas, con yoga, tomando sol y descansando mejor. La dimensión familiar o social requiere que hablemos, que aprendamos a respetarnos, que denunciemos la violencia y dejemos de favorecerla, que participemos en la construcción de nuestra sociedad y no solo deleguemos eso a las autoridades, la dimensión ecológica y planetaria requiere que usemos con más respeto los recursos naturales, que tengamos una composta en casa y no desperdiciemos el agua, que utilicemos menos tóxicos y que nuestros alimentos sean más orgánicos, menos refinados, menos cárnicos y menos inflamatorios. Nuestra dimensión espiritual requiere que volvamos a recuperar la fe, que profundicemos en el silencio para encontrarle sentido a nuestra existencia y podamos regalar lo mejor de nosotros al mundo, eso que solo puedo dar yo a los demás.
La oportunidad que brinda la enfermedad no es una solución en sí misma, requiere primero detener el rumbo que traíamos, revisarnos, sentirnos, repensar la vida y a nosotros mismos, algo de lo que estaba haciendo me enferma, me deja vulnerable, más frágil, atenta contra la vida.
También hemos comprendido que la consciencia no es cabal y el conocimiento está inacabado, sobre nosotros mismos y sobre el universo, no lo sabremos todo y necesitamos de otras miradas y de otros saberes para enriquecernos y completarnos. Somos falibles y somos mortales, la salud inquebrantable es una fantasía y muchos resuelven la angustia o la incertidumbre con la fiesta desenfranada sin importarme como vivo y sus consecuencias. Muchas veces solo enfocados en la satisfacción inmediata que viene desde afuera, donde la responsabilidad de nuestro bienestar la tiene el otro, el mercado, el gobierno, mi pareja, el *dealer*, el alcohol o las galletas, el sexo o el trabajo. La oportunidad que brinda la pandemia está en nuestras manos, necesitamos aprovecharla.
El sistema inmunológico ha sido referido como el yo biológico, es el sistema de reconocimiento de lo propio en contraste con lo ajeno, por ejemplo los virus, o lo enfermo, por ejemplo las células tumorales. Este sistema está más o menos capacitado para defenderme dependiendo de mis hábitos de vida: mucho estrés o la vivencia en un medio social peligroso y la sensación sostenida de desamparo, poco sueño, nada de sol, sedentarismo o nada de ejercicio, comida chatarra, enfermedades crónicas, adicciones, hacen más difícil el trabajo al cuerpo y a mí me dejan más frágil. El tratamiento es mucho más que solo aislarnos para evitar una infección.
La mayor tendencia a recordar eventos traumáticos o tristes de mi vida, me condiciona a una menor generación de anticuerpos después de una vacuna, o la falta de asertividad y el pesimismo a una baja función de mis células inmunológicas, y éstos son algunos ejemplos de esas relaciones entre el cerebro – mente y el sistema inmunológico, evidenciando la relación entre mi actitud en la vida y mi respuesta corporal.
¿Realmente estamos dispuestos a aprender y sanar? Si así fuera tenemos desafíos que transformar en lo individual, familiar y social. La oportunidad sigue en nuestras manos.
Gabriel Oscar Bertona Chiaraviglio
www.elsintomaysufuncion.com
gbertona@hotmail.com