Sanar para nosotros es transformar las complejas causas del proceso de enfermedad, es llevar mi vida a otro nivel, y expresar de mi mismo nuevas maneras, creativas, que me saquen de un proceso de estancamiento, o de debilidad, o de minusvalía.
Sanar trasciende el aspecto material y efímero, corporal, le da sentido y propósito a la experiencia que vivo. Sanar es aceptar lo que tengo y lo que hay, y transformarlo en oro.
Sanar es entonces sacar lo mejor de mi en esta circunstancia, ser mejor persona, e impulsar a familiares y allegados a dar también lo mejor de ellos, sanar es una oportunidad evolutiva, que tomo o dejo, que tomamos juntos o dejamos juntos. Así como hay medicinas individuales (o medidas terapéuticas que asumo de manera individual), las hay sociales y familiares, y no podemos sanar en plenitud sino sanamos juntos. Así como no hay consciencia sin sociedad y cultura, ni culturas sin individuos, así como no existe el yo ajeno al tú o al nosotros, así ocurre con el proceso de sanación.
Nos hemos ocupado de avanzar en diferentes formas de tratar el dolor, calmarlo, quitarlo, cortar lo malo o enfermo, nos hemos ocupado con mucho dinero e inversión en generar analgésicos más potentes y efectivos, con menos efectos adversos o indeseables. Nos ocupamos mucho de estar cómodos, de esforzarnos lo menos posible, ya no tenemos que salir de un cuarto con una computadora para hacer solicitudes, pagar cuentas, trabajar y pedir un acompañante nocturno. Hemos trabajado duro para tener a la mano “cosas” para calmar angustias y carencias como el azúcar o los postres, alcohol, tabaco, drogas, ropa, y todo lo que se te ocurra. En general esto no sana nada ni satisface de manera profunda, solo tapa y oculta, niega y rechaza lo que pueda implicar que tengo que cambiar actitudes y hábitos, satisface necesidades temporalmente para después volver a consumir y comprar y seguir sosteniendo la carencia y por ende la dependencia con el bien de consumo. Solemos evadir a través del consumo la responsabilidad sobre lo que nos pasa, sobre nuestra
enfermedad o síntomas y nuestra disposición a transformarnos. Nuestro bienestar depende del otro o de eso otro que consumo, y si bien es cierto en parte, vivirlo solo así fortalece la externalización de la responsabilidad y por lo tanto, la pérdida del empoderamiento personal.