Lesiones y desgaste, artrosis y achaques

Dolor de huesos, de músculos y tendones, articulaciones rígidas, artrosis, lesiones, hipertensión arterial, fatiga y dolor crónico

Sistema locomotor y sus gritos de tensión y desgaste (degeneración), de maltrato por exceso y atrofia por apatía.

 

El movimiento corporal requiere de los más complejos mecanismos evolutivos intrínsecamente asociados a cognición, vida anímica, emociones y sensibilidad corporal, sentir no solo a través de los receptores de la piel, sino también de articulaciones (propiocepción) y vísceras internas, reportando el estado interno y construyendo el “yo que siente”, el “yo cuerpo”, el “yo individuo” y el “yo que hace” en relación al universo, el “yo que se relaciona”, el “yo que introyecta al otro”, el “yo familia”, el “yo cultura”. Motricidad y sensibilidad son las dos caras de un bucle que se retroalimenta constantemente. Mente y cuerpo danzan al unísono, son lados distintos de la misma “pirámide” – en su correlato psicológico y biológico, en una relación recíproca a su vez con otra “pirámide” sociocultural, donde ambas convergen y dan lugar a la Consciencia[1] Modelo de José Luis Díaz.

 

Voy a plantear preguntas (que sugiero que las contesten para sí mismos) para ir conectando con las posibles razones que enferman a este sistema, en esta inevitable medicina psicosomática. Esto quiere decir que todas las enfermedades están relacionadas con una situación psicológica, que es causa y efecto simultáneamente. No existe una enfermedad que no sea psicosomática.

 

“Moverse en la vida…” Desplazarnos para conocer, para comer, para refugiarnos, para expresarnos, para socializar, para procrearnos, para Realizarnos. ¿En qué se convierte la vida sin movimiento? Muere. ¿Qué pasa cuando nos movemos lo mínimo indispensable para sobrevivir? Nos entristecemos y vamos muriendo poco a poco, por deficiencia. ¿Qué pasa si nos movemos demasiado, impulsivamente y sin amabilidad? Nos lesionamos, nos desgastamos, y enfermamos por exceso.

 

¿Cómo están mis músculos, huesos y tendones? ¿Me duele moverme? ¿Me duele ascender? ¿Me duele esforzarme? ¿Desde dónde me esforzaba? ¿Me exijo demasiado? ¿No sé para qué vivo ni a dónde voy y mi cuerpo ahora demuestra y hace evidente que he vivido como un “mueble”?

 

¿Me duele sentarme? ¿Me duele estar quieto y en calma? ¿Me siento débil, sin fuerza? ¿Me siento excesivamente fuerte, inaccesible, tosco, rígido? ¿Puedo moverme con libertad y fluidez o parezco un robot duro y tieso? ¿Qué tan rígidas son mis ideas y estructuras sobre la vida, las relaciones y como deben ser las cosas?

 

¿Me duelen los hombros, cargo demasiado? ¿Acarreo a los demás? ¿Asumo responsabilidades que les corresponden a otros? ¿Prefiero el rol de salvador o de víctima o protegido?

 

¿Qué tan frecuente me lesiono y me lastimo, me desgarro, me esguinzo, me luxo? ¿Qué intento hacer y no me siento fuerte y claro para hacerlo en realidad? ¿Vivo en una dicotomía de intenciones y deseos? ¿Acaso son contradicciones morales? ¿Prefiero lastimarme a quedarme paralizado y por eso actúo impulsivamente? ¿Me aterra el silencio, la quietud y la oscuridad? ¿Dónde está mi atención?

 

En esta sección tomo la obra de Hanna citada más adelante, sintetizo algunos conceptos y en el orden que él propone agrego mis aportes personales en relación a la actitud y a la función del síntoma fundamentalmente.

Amnesia (olvido) sensoromotora – concepto. El olvido de como se siente y se mueve un área corporal (un grupo de músculos o músculo aislado) por las contracturas crónicas o de largo tiempo en respuesta a lesiones o posturas antiálgicas (la amnesia misma es una forma de defensa antiálgica o sea, defensiva frente al dolor para disminuirlo, cosa que consigue momentáneamente pero al paso del tiempo lo aumenta) Thomas Hanna[2]

Por ejemplo… tengo mucho trabajo que entregar y muchas deudas, como estoy tenso contraigo los músculos del cuello y esta contracción o tensión sostenida aumenta el dolor local, con el paso del tiempo ya no los muevo ni los siento, excepto en crisis de dolor que a su vez me llevan a tensar más y mover menos, creándose un ciclo vicioso.

En su libro “La conciencia corporal”, Thomas Hanna plantea que esta amnesia es la base para la mayoría de los “achaques” asociados al envejecimiento y muchos de los problemas de salud del sistema locomotor, incluyendo artrosis y degeneración. Recuperar la consciencia corporal, liberar la contractura y comenzar a mover – fortalecer, los músculos inutilizados le va devolviendo al cuerpo la salud y el bienestar.

Analogía: Amnesia de mi mismo/a – me olvidé de mi, de partes mías que quedaron fuera, de sueños que quedaron encajonados, de oportunidades que no me dí, de emociones que reprimí, de muchos cosas que no se deben decir ni hacer, que están mal y muchos con quienes tengo que cumplir, guiones escritos por otros para mí.

Desconexión corporal o inconsciencia corporal. Hay diferentes maneras de ir “olvidando” al cuerpo o no desarrollar la sensibilidad consciente de nombrar sensaciones. Por ejemplo, porque no tengo un modelo que lo haga, no lo aprendí de nadie: la actitud familiar de desconexión con el cuerpo, no sientas, puedes con todo, no se habla de lo interno, se reprimen las emociones, situaciones de sobrevivencia y peligro que se llevan toda la atención, como no sé qué hacer con la emoción y lo que siento, lo reprimo y lo escondo, etc. Premisas que van limitando y restringiendo esta habilidad: los niños no lloran; tú no sabes y yo si sé lo que sientes (Tengo frío – eso no es cierto, hace calor. Estoy enojado – no tienes porque si todo te lo doy, etc.) Aguántate y cállate, porque si hablas “él” o “ella” se van a enojar – con una excesiva evitación de la crisis que termina por limitar enormemente el creciendo de los individuos y de las familias, etc. Todo lo anterior sumado al excesivo consumo de opioides (analgésicos) de los alimentos (harinas refinadas, azúcar blanco, lácteos, chile) consolidan esta distancia entre las ideas y el cuerpo, entre lo que pensamos y expresamos y lo que le pasa al cuerpo, lo que sentimos y de lo que enfermamos.

 

Darle nombre a una sensación o emoción es una proceso que merece consciencia corporal y repertorio lingüístico, donde ayuda mucho un acompañamiento para poder validar las emociones e ir nombrándolas[3], solo eso suele descargar tensión y angustia. Es una habilidad que mejora el desempeño y la respuesta, nos pone frente a la vida desde una referencia interna clara, para poder nombrar, pedir y dar con mayor fluidez. También hay algunos ejemplos extremos como la demencia frontotemporal y los adictos a la cocaína[4], donde la desconexión somática convierte a las personas en impulsivas, agresivas y con decisiones desventajosas (no aprenden de los errores, se vuelven a equivocar nuevamente frente al mismo contexto)

 

Contracturas crónicas, inflamación y dolor – una contractura muscular de mucho tiempo va a terminar produciendo inflamación y dolor que a su vez, van a generar nuevas contracturas como causa y consecuencia de la amnesia sensoromotora. Una actitud frente al contexto desde el miedo (rigidez muscular, reflejo de retracción) o de evitación / evasión (rigidez articular al paso del tiempo) y la acción programada o aprendida (de sobrevivencia, automática e irracioal, me defiendo, huyo, me paralizo, o ataco – reflejo de acción), o frente al mismo contexto y como propuesta sanadora… una actitud desde la extensión, fuerza y presencia consciente – soltar y contener, responder a la contingencia y recuperarme, reflexionar, aprender y evolucionar. Se dice fácil y rápido pero no suele ser así en la realidad cotidiana, más bien, desarrollo estas habilidades si me esfuerzo y me preparo para ello.

 

Frente a las exigencias de la vida: ¿capacidad de adaptación o tensión sostenida y desgaste? Hans Selye [5]

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Imagen extraída del libro de Thomas Hanna. “Consciencia Corporal. Recupere la flexibilidad y el control sobre su cuerpo por medio de la Somática, y anule los efectos de la tensión en el sistema neuromuscular” Editora y Distribuidora Yug, México, 1994. Página 86.

Reflejo de retracción (de luz roja) – es un reflejo neuromuscular para retirarnos del peligro y prepararnos para la respuesta inmediata – me defiendo, me escondo, me retiro, me paralizo, por miedo – es involuntario y contrae la parte anterior del cuerpo. Está presente en todo los mamíferos y asociado a la expectativa y al estado previo (suspenso e incertidumbre, vivo angustiado, sensación de vulnerabilidad y desamparo): ceño fruncido, hombros elevados y contracturados, dolor de cuello, retracción del tórax, respiración superficial, contracción de los abdominales y aumento de la presión abdominal, congestión de las hemorroides y estreñimiento, disfunción eréctil o anorgasmia, elevación de las rótulas y dolor en muslos y rodillas. A largo plazo: degeneración y dolor, joroba y encorvamiento al caminar, artrosis de cuello, cadera y rodillas, hemorroides, trastornos sexuales, enfermedad coronaria, hipertensión arterial (por el efecto de dominio de la actividad simpática sobre el corazón, en contraposición a la bradicardia respiratoria normal alternante presente en la respiración diafragmática o profunda), etc.[6]

Reflejo de acción (de luz verde) – si el reflejo anterior es la postura fetal, encorvada, retirándonos del peligro, el reflejo de acción es su contraparte, cuando el bebé arquea la espalda, levanta la cabeza y los muslos boca abajo, es el reflejo para salir adelante, para movernos, para atacar, para correr, es un reflejo posterior. Está sostenido del esfuerzo y la exigencia. Se pronuncia la curvatura de la columna lumbar, sale el vientre hacia adelante, elevación del tórax, jalar el cuello hacia atrás, bajar los hombros, relajar esfínteres, los muslos hacia afuera y extendidos para jalar las rodillas hacia arriba y en extensión máxima, etc.

A diferencia de Selye y Hanna, prefiero evitar los términos tensión buena o mala, positiva o negativa porque no creo que realizar en juicio de valor aporte a la modificación del hábito, cuando en realidad ambos reflejos son distintos y tienen funciones diferentes y puede ser excesiva su repetición en ambos sentidos e igualmente enfermizo o generador de dolor y malestar.

La vida real: ambos reflejos son parte de nuestra historia biológica e interactúan, si se convierten en hábito y me rigidizo, con las combinaciones personales pertinentes, entonces de esta condición van a devenir las alteraciones músculo-esqueléticas más frecuentes, y también cardiovasculares y de otra índole. Acá comienzo a percibir como “normal o habitual” la actitud “patológica” y es cuando comienza a ser necesario el trabajo esmerado, diario, consciente para poder liberar el automatismo mecánico y recuperar la sensibilidad y la relajación muscular. Es necesario incorporar una práctica saludable: ejercicios de somática, yoga, qi gong, consciencia corporal y apoyarnos de rehabilitación física, acupuntura, masaje.

Consecuencias del hábito y la desconexión corporal:

  1. Movimientos rígidos y limitados, camino como un robot, tieso, la contractura de retracción y de acción me han dejado preso de mi propia inconsciencia y automatismos. Inmovilidad muscular causada por el desarrollo gradual de tensiones opuestas. Hay una parte de mi que dice que me defienda, que no me mueva, que me retraiga, que me esconda, y otra, igualmente insistente que me mueva, que ataque o realice cosas.

  1. Dolor crónico, la contractura crónica duele por la inflamación sostenida y la acumulación de cristales de ácido láctico por la escasa oxigenación del músculo.

Por ejemplo: dolor lumbar crónico (hiperlordosis lumbar, vientre prominente y discos intervertebrales comprimidos y protuberantes con un excesivo reflejo de acción), muchas veces relacionado con responsabilidad excesiva, autoexigencia excesiva, problemas laborales o económicos, donde está en juego la sobrevivencia y estoy permanentemente impulsado a hacer, me tensiona hacer, y a su vez, hacer me da miedo, puedo equivocarme. Duele la espalda y me siento atrapado, las obligaciones y el miedo no me permiten tomar distancia, reflexionar, descansar.

  1. Fatiga crónica, la vitalidad se fuga en esta contracción sostenida, esto cuesta energía al cuerpo, “vivir desde el miedo y la sobre-exigencia es costoso, aunque no me de cuenta”. Esto lo suelo encontrar relacionado con cortisol bajo y DHEA baja, hormonas que sintetiza la glándula suprarrenal para hacer frente a los conflictos y al peligro, el cuerpo está desgastado, superamos el límite de reserva biológica, mi cuerpo ya dió mucho de sí y merece una tregua. ¿Estoy dispuesto a dársela? ¿Estoy en la disposición anímica para vivir de otra manera, para salir de mi aislamiento, para pedir ayuda, para delegar responsabilidades, que dejar de creer que el único/a que lo hace bien soy yo?¿Puedo aceptar mis miedos? ¿Estoy dispuesto a enfocarme en el placer y el gozo, en la libertad y la relajación?

 

  1. Respiración superficial crónica, inmovilización del pecho. La disminución de la cantidad de oxígeno provoca irritabilidad, dispersión y trastorno de la atención, falta de interés, angustia, cansancio. Es notable cuando se llega a esta circunstancia y le pido al paciente que respire profundo, la incapacidad de hacerlo. El tórax está rígido y es necesario rehabilitar el movimiento.

  1. Una imagen negativa de uno mismo. En relación a todo lo anterior me voy asumiendo como incapaz de hacer cosas, incapaz de sanar, incapaz de ser feliz. Lo naturalizo (asumo que así es siempre) y digo, es por la edad y así es la vida. Esta actitud está habitualmente fortalecida por lealtades inconscientes a patrones o conductas familiares, programaciones o maldiciones sobre mí mismo, que subyacen en el inconsciente hasta que la experiencia se muestra parecida y se posibilita su confirmación. Por ejemplo, mi madre siempre sufrió por los abusos de sus parejas que la maltrataban, y para sentirme parte de ella y leal a su modelo, entonces me convierto en mi propio maltratador y cuando empiezo a sentir dolor corporal, asumo una postura de víctima y de sufrimiento propia de lo que ella me enseñó. Otro ejemplo, me decía mi papá que yo era débil, y los primeros años no tuvo una repercusión en mi vida, ya que estaba más apegado al modelo materno, hasta que me operaron de la vesícula y me costó mucho recuperarme de la cirugía y desde ahí me vivo como la persona débil que él decía que yo era, para cumplir con su programación y pertenecer.

 

Aquí es importante replantear el propósito de vida y el sentido que le doy, ya que además de tener claro que hacer para sanar, es importante saber para qué quiero sanar. Satisfacción y optimismo, capacidad de adaptación y disposición al cambio, soltar mi necesidad de control y la alegría parecen ser imprescindibles.[7]

  1. Hipertensión crónica. En relación a la respiración superficial y el dominio simpático sobre los vasos sanguíneos, la presión deja de alternarse entre alta y baja (perdiendo flexibilidad y adaptabilidad), continúa alta, se mantiene alta, y termino generando rigidez de las arterias, e hipertensión arterial crónica y a largo plazo: infartos, arritmias, hemorragias cerebrales o en otros órganos, tromboembolias. Acá cabe perfectamente la analogía con todo lo que evado en mi vida – evasión de conflictos a través de la hiperactividad[8]. -, lo que no resuelvo ni afronto, corro tras el hacer sin descargar la presión interna. Eso me termina matando, me he convertido en una olla a presión. Todo esto relacionado con la contractura muscular isométrica (hay tensión muscular sin desplazamiento) que aumenta la presión arterial y sobrecarga al corazón.

Reflejo del trauma o reacción antiálgica: heridas.

Es una reacción para protegernos o evitar el dolor, el cuerpo retira la parte afectada o lesionada por una caída, un accidente, una cirugía, un esguince, una herida. Esto genera, si la lesión fue en algún costado, una retracción de la pelvis y la cadera y la parte superior del cuerpo, cabeza y tórax se deslizan hacia el área contraria para mantener el cuerpo equilibrado, finalmente generando una escoliosis en C o en S (desviación de la columna hacia los costados), si la herida fue posterior o dorsal va a profundizar el reflejo de acción y si fue ventral o anterior, el reflejo de retracción[9]. Acá cabe hacer analogías con las heridas del alma, en mi experiencia una herida corporal tiene un equivalente psicológico, por eso cuando trabajamos con el cuerpo, liberando el condicionamiento del tejido, la memoria emocional emerge y se muestra. ¿Qué tanto me dolió un abuso? ¿La indiferencia? ¿El abandono de alguno de mis padres? ¿Los maltratos psicológicos o verbales, o incluso físicos? ¿Cómo los asumo hoy día? ¿Los escondo y los niego como si no hubiera pasado nada para evitar el conflicto? ¿Aprendo de ellos para fortalecerme, poner límites, asumir en mi vida mayor libertad? ¿Mis heridas del pasado me condicionan, no me dejan ser en paz, me limitan en mi capacidad de amar, de expandirme, de mostrarme, de expresarme y ni cuenta me doy?

Atrofia y apatía. Síndrome por desuso – Walter M. Bortz – lo que no se usa se atrofia. No se usa porque no me interesa, porque prefiero repetir lo que ya sé hacer, porque evito el esfuerzo, porque no quiero moverme de mi zona de confort, de mis áreas conocidas. Los músculos se terminan atrofiando, las funciones cerebrales, sensitivas y glandulares van mermando, dejan de recibir estímulo y decaen hasta desaparecer. Mi cuerpo, cada una de sus células, me pide actividad para vivir, sentido, dirección, vitalidad. ¿Se la doy? ¿Quiero moverme a zonas creativas, nuevas y ocuparme con responsabilidad de mi bienestar y mi felicidad? ¿O prefiero culpar a los demás de mis desgracias?

El cuerpo tiene el potencial, puede sanar y sabe como hacerlo, cada célula siempre va a dar lo mejor de sí misma (muchos miles de años de evolución y una fuerza irreverente por la vida), y a su vez, el cuerpo es moldeado por mis actitudes cotidianas (ideas recurrentes o creencias, emociones, esquemas, tendencia a la acción, impulsos, hábitos de alimentación, actividad física, actividad laboral, adicciones, vida afectiva y redes sociales, etc.) Si estoy feliz, me adapto a las circunstancias, veo la vida como infinitas posibilidades de aprendizaje y crecimiento, disfruto aun de lo que otros se quejarían, porque con humildad y amor, todo lo convierto en una oportunidad de agradecimiento. Así va a sanar mi cuerpo, con un sentido claro y propósito férreo, con la ternura de la mirada de un niño o un anciano, con la humildad de una gota que se lanza al lago a mezclarse, o un retoño de un viejo árbol que parecía seco. Así sana el cuerpo, la vida reinventándose a través nuestro. ¿Quieres darte esa oportunidad?

 

Dr. Gabriel Oscar Bertona Chiaraviglio

El Síntoma y su función IV

Abril – Junio 2015

 

[1] Dr. José Luis Díaz. “La Consciencia Viviente”, Fondo de Cultura Económica, México, 2007.

[2] Thomas Hanna. “Consciencia Corporal. Recupere la flexibilidad y el control sobre su cuerpo por medio de la Somática, y anule los efectos de la tensión en el sistema neuromuscular” Editora y Distribuidora Yug, México, 1994.

[3] COMO HABLAR PARA QUE LOS NIÑOS ESCUCHEN Y COMO ESCUCHAR PARA QUE LOS NIÑOS HABLEN de Adele Faber y Elaine Mazlish, Editorial Diana, 37 reimpresión Diciembre 2009

[4] Antonio Verdejo-García and Antoine Bechara. A somatic-marker theory of addiction. Published in final edited form as: Neuropharmacology. 2009; 56(Suppl 1): 48–62. URL: https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC2635337

[5] “El padre del estrés”: https://es.wikipedia.org/wiki/Hans_Selye

[6] Thomas Hanna. “Consciencia Corporal. Recupere la flexibilidad y el control sobre su cuerpo por medio de la Somática, y anule los efectos de la tensión en el sistema neuromuscular” Editora y Distribuidora Yug, México, 1994

[7] CUERPOS SIN EDAD, MENTES SIN TIEMPO, de Deepak Chopra, Edit. Zeta Bolsillo 4° reimpresión Mayo/2010

[8] LA ENFERMEDAD COMO CAMINO de Thorwald Dethlefsen y Rüdiger Dahlke, Edit Debolsillo

[9] Thomas Hanna. “Consciencia Corporal. Recupere la flexibilidad y el control sobre su cuerpo por medio de la Somática, y anule los efectos de la tensión en el sistema neuromuscular” Editora y Distribuidora Yug, México, 1994