ACTITUD Y ESQUEMAS… raíz del síntoma y de la sanación

ACTITUD, TENDENCIA Y ESQUEMAS MENTALES… aproximaciones a LA RAIZ DEL SÍNTOMA y por añadidura a LA RAIZ DE LA SANACIÓN…

La actitud se puede definir como una disposición anímica relativamente estable y adquirida de la persona para la acción (Blázquez 1997) diferenciable del acto en su carácter de estabilidad y continuidad.

“Las actitudes son verdaderos programas de referencia que inspiran ciertos modelos de conducta, tienen una función de conocimiento en cuanto nos ayudan a evaluar (positiva o negativamente un estímulo o varios de diferentes índole), organizar y determinar posturas de pensamiento y acción, revelando mucho de la identidad de una persona y sus valores. En última instancia, descubren (en algún grado) características propias de quien habla o actúa y de aquellos con quienes interactuamos” (Castañon 2008)

La actitud es “normativa” porque orienta el “como” de la conducta a desplegar. Es la predisposición o tendencia psicológica aprendida de una persona, que le permite responder de forma propia, frente a un estímulo al cual ha conferido un determinado valor.

Los esquemas… son estructuras mentales que sirven de guía en la elaboración de expectativas sobre una variedad de estímulos cotidianos o frecuentes, ayudan a interpretar lo que ocurre, y a recordar experiencias anteriores típicas ¿Has notado que cuando estás enfermo quienes te visitan te hablan a su vez de sus propias enfermedades, y te refieren otras de conocidos suyos?

El esquema facilita la interpretación de gran cantidad de información, que de otra forma nos habría saturado… nuestros recuerdos son reproducciones simplificadas de nuestras percepciones originales. Éstas “simplificaciones” nos permiten procesar una enorme cantidad de información de manera eficiente pero también pueden servirnos de cadenas o prisiones de interpretación, es cuando quedamos atrapados en nuestros esquemas, porque no accedemos a nuevas ideas o interpretaciones del mundo, de las vivencias, de nosotros mismos.

Tanto las actitudes como los esquemas son “huellas neurales”, formas de interconexión neuronal y facilitación sináptica, que nos disponen frente a la experiencia como seres individuales y sociales. A su vez, son la raíz del síntoma, porque es esta disposición continuada y más o menos estable que conforma el cuerpo, lo moldea, a través de la estimulación química, eléctrica y de calor también continuada y estable.

Éstas actitudes y esquemas son el foco de atención si queremos revertir un proceso mórbido. La enfermedad nos muestra el camino para liberarnos de las prisiones de lo conocido y evolucionar… darle un cauce a nuestra existencia, de manera inédita y creativa, siempre la vida y la sabiduría del cuerpo nos impulsa a la expresión interna de nuestro potencial.

Selección de desarrollo y selección empírica. Darwinismo neuronal. Por la propia experiencia y bajo patrones o impulsos propios de la vida (etapas de desarrollo), en cada ciclo evolutivo que nos atrevemos a abrir y por lo tanto, cada ciclo que dejamos atrás, nos abre toda una nueva gama de oportunidades y dones, disposición de energía, de aspectos nuevos a desarrollar y vivir. Programas que dependen de lo biológico (de desarrollo) y programas que dependen del contexto, de los estímulos, del aprendizaje (empírica), y seguramente una combinación difícil de diferenciar… pero es simple, potencial y contexto, lo que traigo y lo que recibo, lo que heredo y lo que aprendo, en una danza continua.

La incertidumbre y el potencial infinito dispuesto a nuestra merced… asumamos el compromiso y la conciencia de crearnos y recrearnos, y desde nosotros, al mundo en donde vivimos.

Ahora bien, una actitud y sus esquemas o filtros simplificados de interpretación de la realidad (supuestos, prejuicios, generalizaciones, conclusiones irreflexivas y automáticas, etc.), conforman “mi personalidad”, es a través de ellos que me reconozco y me sé distinto de los demás. Eso que forma un soporte y un impulsor en sí mismo, si se rigidiza, y solo soy eso, me vuelvo “amante” de mi personalidad e incapaz de cambiar. Si no puedo cambiar, si he perdido mi capacidad de adaptación y vivo preso de “mi neurosis”, tampoco voy a poder sanar en amplio sentido. Preguntémonos sobre esas cárceles, sobre esas prisiones autoimpuestas, por decisión u omisión, porque me confirmo a través de ellas, y entonces las refuerzo, por ejemplo “yo soy así, enojón, y eso me hace fuerte y distinto a ti… existo (así lo siento) cada vez que soy enojón”; o porque asumo un rol o un mandato externo (de mis padres, de la cultura, de los “otros”, por ejemplo: “los hombres no lloran y no enferman, se aguantan y siguen (lo cual puede derivar en un síntoma silencioso y desconexión con mi cuerpo, lo cual me vuelve una “olla a presión” con todo aquello que no canalizo, no digo, no siento”)

Cambiar actitudes, patrones y esquemas “enfermizos” se vuelve un desafío especialmente difícil ya que desde todo lo anterior, son estructurales, y para asumir esto nos podemos valer de incontables estrategias de cambio. Lo importante para empezar es detectar que actitudes o patrones me enferman, que actitudes refuerzan una posición que genere tensión, enojo, desgaste, miedo, evasión, vacío existencial, desesperanza, tristeza o cualquier emoción autodestructiva. Cuando identifico “mis propias cárceles”, el siguiente paso es identificar como es que me enferman, y que alternativas de cambio tengo a la mano. Por ejemplo… Si cada vez que tengo que tomar una decisión me angustio, me da ansiedad, y detrás de esa ansiedad está una vieja sensación de que no puedo confiar en mí mismo, porque me “equivoco”, porque “hago mal las cosas”, porque “mi manera de vivir está errada”, esto impuesto en la infancia por uno de mis progenitores o los dos, autoritarios, castradores, rígidos; probablemente tienda a evadir responsabilidades, o buscar a terceros para que se hagan cargo de mis decisiones, probablemente me resista a “madurar” y “convertirme en un adulto libre y responsable”, porque eso significaría más decisiones y más angustia. Entonces la vida me propone varios caminos, o repito el camino conocido, o me dispongo a asumir desafíos, y trascender la angustia, demostrándome a mí mismo que puedo con eso, y con mucho mas. En ese proceso dejo de “ser ansioso y evasivo”, para convertirme en “valiente y adulto”, enriqueciendo mi experiencia, mis recursos y trascendiendo “mis cárceles”. Así mismo, para mi cuerpo, eso implica dejar de ser estimulado por las cascadas químicas del estrés, y por lo tanto, promuevo la regeneración celular, la oxigenación de los tejidos, la activación del sistema inmune, etc.

Cabe mencionar aquí, que así como hay actitudes que enferman, hay actitudes que liberan, que sanan… por ejemplo: una actitud adaptable, humilde, en donde me dispongo a aprender y puedo prescindir de “la necesidad de tener la razón”.

 

Dr. Gabriel Oscar Bertona

“El Síntoma y su Función”; 15 de Enero de 2012